Han pasado meses desde mis últimas y frenéticas lecturas. Entré en un desierto de desinterés y desgano frente a las decenas de libros que descansan sobre mi velador, como llamándome. Y yo, sorda. Hasta hace un par de días que me sumergí en esta novela de Isabel Allende. Con no demasiado entusiasmo fui adentrándome en historias desgarradoras, narradas con suavidad y delicadeza. El dolor de un niño que pierde a sus padres en la Segunda Guerra Mundial y una pequeña de El Salvador que es separada brutalmente de su madre al intentar cruzar la frontera de México para alcanzar el sueño americano. Hay dolor en ambas historias y en los protagonistas a los que se suman personajes entrañables e inquietantes. La prosa fluye y nos adentra en mundos muy disímiles pero que, por los azares del destino, se encuentran en los últimos metros con suavidad y esperanza. Una novela muy entretenida, y como ya dije, suave, sin por ello dejar de ser intensa.
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