Estaba leyendo uno de esos libros medio densos, esta vez sobre crítica literaria. Me cansé y tomé Kramp, de María José Ferrada. ¡Qué alegría! solo sentir el ritmo de un relato sin detenerme en divagaciones ni conjeturas demasiado profundas. Sigo leyendo contenta, avanzando por otros caminos y experiencias, saliendo de este infernal denso cotidiano para entrar a un amable fluir narrativo. La historia de una niña que acompaña a su padre, vendedor viajero, constituye un mundo muy particular cuyo desenlace estremece, porque la infancia no es siempre un sitio color amarillo primavera.